Y aquí te dejo todo lo vivido, para que siempre lo recuerdes. Pase lo que pase. -Your Josh-
domingo, 8 de diciembre de 2013
domingo, 13 de octubre de 2013
Capítulo 42 - Josh
Antes de que leáis el capítulo, quiero daros las gracias por haber seguido este blog. Con cada comentario me habéis sacado una amplia sonrisa y eso vale mucho para mí. Me ha encantado escribirlo y espero que os haya gustado.
¡¡GRACIAS!!
5 AÑOS DESPUÉS
-¡JOSH! ¡JOSH, POR FAVOR!
-¿QUÉ? ¿Qué pasa? - Pregunto irrumpiendo en el cuarto de
baño a toda velocidad.
Claudia está subida en el inodoro con los pantalones
amarillos del pijama y unas zapatillas con orejas de conejo. Cuando me ve
entrar grita aún más fuerte, apuntando hacia algo que hay en el suelo del baño.
-¡Mátala! ¡MÁTALA!
Empiezo a reírme y paso por encima de la araña hasta llegar
a la altura de Claudia. La cojo a cuestas y la saco del baño.
-No voy a matarla. No me ha hecho nada.
-¡Pero a mí sí!
Cuando llego a la cama caemos sobre ella. Claudia empieza a
reír, intentando quitarme de encima. Sí, sigue siendo la española loca de la
que me enamoré hace cuatro años.
Cuando volví de España, cambié. Un día, mis cientos de
seguidores en Twitter encontraron un nuevo seguidor: Josh Hutcherson. Las
preguntas comenzaron a tener respuestas.
Ahí llegó la primera llamada de Ana, en la que me contaba lo
revuelto que estaba Twitter desde que había decidido empezar a conocer a mis
fans. Le pedí un favor: que fuera mis ojos y mis oídos en el mundo de las
hutcher. Y así lo ha hecho durante cinco años. Ella y mi manager se han
compaginado para añadir a mi agenda alguna aparición pública. Además, fue una
excusa para mantener el contacto con mi nueva amiga española.
No fue hasta un año después, cuando paseaba por las
transitadas calles de Nueva York, cuando encontré una escuela de cine. Entré y
hablé con el director, quien me condujo a un aula para dar una clase a un grupo
de inexpertos actores. Y allí estaba yo, recordando al pequeño grupo de niños
del parque de atracciones, cuando una alocada chica entró por la puerta,
gritando, corriendo y disculpándose por llegar tarde. Cuando sus ojos y los
míos se encontraron, gritó aún más alto, y corrió hacia mí. Tuve que agarrarme
a la pared para no caer de espaldas cuando me golpeó en un abrazo.
Ese fue el principio. Poco a poco empezamos a salir juntos
para cenar, para ir al cine o simplemente para dar un paseo y enseñarle la
ciudad de Nueva York, como había hecho su hermana un año antes con su ciudad
natal.
Poco a poco nos conocimos más y, al final, sucedió. No fue
ella, sino yo, quien se lanzó en una lluviosa tarde de mayo. Nuestros labios se
juntaron inevitablemente y cual fue mi sorpresa al descubrir que encajaban
perfectamente. Al principio Claudia estaba asustada. El temor de la fama, los
celos de sus compañeros,... Después de lo que le había ocurrido a su hermana,
las dudas empezaron a atormentarla. Pero juntos, siempre, habíamos superado
todos los obstáculos.
Cuando Ana se enteró de que habíamos empezado a salir, me
cortó la llamada. Una hora más tarde volvió a sonar el teléfono y me pidió
hablar con Claudia. Fueron las dos horas más largas de mi vida. Claudia me
pidió que saliera del apartamento en el que ahora vivimos juntos y decidí
esperarla en la calle. Cuando al final salió, tenía los ojos enrojecidos. Me
devolvió el teléfono y solo dijo:
-Ana me ha pedido que me disculpe de su parte.
Los días siguieron pasando. Las llamadas con Ana se
retomaron, aunque nunca hablaba de la relación que mantenía con su hermana. Una
noche me propuse algo, y lo conseguí. La semana siguiente, cuando Ana me llamó,
le pasé el teléfono a Claudia y las obligué a hablar. Esto se repetía cada
semana y, aunque cada vez las conversaciones
eran más largas, sabía que eran los minutos más incómodos de la semana para
Claudia.
-Se me ha ocurrido un regalo para tu hermana - le digo a
Claudia levantándome de la cama. - ¿Sabes la cena que vamos a hacer dentro de
un mes para celebrar que hace dos años terminamos de granar Sinsajo?
-Sí - asiente Claudia, mirándome sin entender.
-Voy a llevar a Ana. ¿Qué te parece?
Su cara cambia tan rápido que temo una de nuestras
discusiones. Y algo me dice que, siendo hoy su cumpleaños, soy yo quien lleva
las de perder. Pero cuando habla, no puedo evitar sorprenderme.
-¿Con que vas a llevarte a mi hermana a conocer a sus ídolos
y a mí todavía no me has regalado nada?
Por supuesto, en España también ha habido cambios. Estefi y
Juan siguen juntos, inseparables. Ana y Adrián, por otro lado, rompieron. Cada
uno se fue a estudiar a una universidad. Al principio se veían pero, poco a
poco, dejaron de quererse. Cuando llegó el reencuentro, ambos se dieron cuenta
de que solo eran amigos. Y lo siguen siendo. Ambos, junto a Álex, han pasado el
último año de sus vidas viajando de un lugar a otro. Hace poco estaban en
Hawaii. Álex y Adrián regresaron a España, pero Ana sigue allí. Esperando quién
sabe qué.
-Por supuesto que te he hecho un regalito. - Digo caminando
hacia el escritorio y sacando de uno de los cajones lo que parece un enorme
libro - Toma.
Le entrego el paquete con el envoltorio amarillo y dejo que
se enzarce en una batalla contra el lazo que lo decora. Cuando consigue tener
el regalo entre sus manos, emite una exhalación de sorpresa. Pasa
frenéticamente las páginas, observando fotos y leyendo todo lo que he plasmado
en el papel. Cuando llega al final, lee la última frase en voz alta.
-Y aquí te dejo todo lo vivido, para que siempre lo recuerdes. Pase lo que pase. Your
Josh.
No duda dos segundos en acercarse a mí y abrazarme. Apoya su
cabeza sobre mi pecho y noto su cara tensarse al sonreír.
Quién sabe si esto será para siempre. Desde luego, el mundo
está lleno de sorpresas. Ahora mismo, puede que esté naciendo alguien que será
importante en un futuro. Tal vez, alguien cercano a nosotros está aprendiendo
de un error. Puede que un chico esté a punto de pedirle a otra persona que se
case con él. Tal vez, una chica, a kilómetros de distancia de donde estoy yo
ahora, se está enamorando de la persona que volverá a cambiar su vida...
Aunque claro, eso forma parte de otra historia.
-FIN-
Capítulo 41 - Josh
-No querrá verme.
-Me da igual lo que digas.
-Claudia, me odia.
-Vas a subir, repito. Es solo una chica de 17 años, no es
normal que ambos le tengamos tanto miedo.
No tiene sentido seguir discutiendo, así que subimos al
ascensor y esperamos a que éste llegue a la sexta planta. Cuando las dobles
puertas de hierro se abren, vemos que la de madera que hay a nuestra izquierda
está entreabierta. Nos acercamos con sigilo, como si temiéramos que saliese un
perro rabioso del otro lado, algo que es probable que suceda. Pero no ocurre
eso, al menos en un principio. Justo cuando llegamos a la puerta, una voz desde
dentro nos hace sobresaltarnos.
-¿Vais a entrar de una vez?
Así que entramos. Claudia, quien no ha soltado mi mano aún,
me guía hasta el salón, donde Ana está sentada en uno de los sillones. Claudia
se detiene de golpe y la observa con cuidado. Ahora es uno de esos momentos en
los que resulta fácil diferenciarlas. La mirada de Ana se detiene por un
momento en nuestras manos. Estoy a punto de soltarme, pero no lo hago porque la
fuerza de la mano de Claudia aumenta sorprendentemente.
-Está bien - comienza Ana - Voy a hacer el mayor esfuerzo de
mi vida por no ponerme a gritar. - Cierra los ojos y pega la espalda al
respaldo del sillón - Empecemos por ti - dice señalando a su hermana - ¿Has
venido a algo importante aparte de a restregarme que eres actriz y que te vas a
Nueva York? ¿Tal vez a hacer que me pelee con mi novio al hacerle creer que yo,
es decir tú, estoy saliendo con... Él?
Y entonces me mira. Unos ojos llenos de dolor, de rabia... Y
de cierta diversión.
-¿Novio? - Pregunto.
Suspira y baja la mirada.
-No te interesa, Josh - susurra lo suficientemente alto para
que la oiga.
-Yo no quería causar problemas Ana... - Empieza Claudia,
pero Ana levanta una mano para interrumpirla y vuelve a hablar.
-Cuando él llegó - añade señalándome, aunque esta vez no me
mira - No le dijiste que no eras yo hasta que no aparecí. ¡No eres yo, Claudia!
Así que deja de fingir, ¿de acuerdo? Tú no vives aquí, mis amigos no son tus
amigos, tú no eres yo. Así que haz el favor de no esperar hasta el último
segundo para revelar quién eres. Y ahora - añade, volviendo a clavar su mirada
en mis ojos - déjame a solas para que hable con Josh.
Y así lo hace Claudia. Suelta mi mano y se marcha del salón
cerrando la puerta con cautela.
Ana se levanta del sillón y comienza a pasear por la
estancia, pasando su mirada de mis ojos al suelo y sin dejar de jugar
retorcerse los dedos de las manos detrás de la espalda.
-¡Ay Josh! - Suspira justo cuando empezaba a preguntarme
cuanto duraría el eterno silencio. - ¿Por qué lo haces todo tan difícil?
Entonces la veo, justo cuando levanta la cabeza, la sonrisa.
-¿Sonríes? - Pregunto.
-He estado meses haciéndome preguntas. ¿Por qué no me habías
llamado? ¿Qué había significado para ti? ¿Qué sentías por Vanessa? ¿Me habías
olvidado ya? Comenzaba a recuperarme, a creer que tal vez mi mente había
exagerado las cosas... cuando has aparecido aquí. - Deja de hablar unos
segundos antes de sentarse en el brazo del sofá y hacer la última pregunta. -
¿Qué haces aquí?
-Yo... – De repente no tengo palabras. La he herido. Y jamás
me lo perdonaré - Lo siento.
-No puedo enfadarme contigo, Josh.
-Creí que sentía algo por ti, y estoy confundido aún. Ayer
empecé a acordarme de ti y me di cuenta de que me importabas, y de que estaba
preocupado. Así que busqué un avión y vine enseguida. Y aquí estoy de nuevo. No
sé qué hago, Ana. Solo sé que necesitaba saber si estabas bien.
-Lo estoy. - Me interrumpe, y abro mucho los ojos, perplejo.
- Y yo tampoco sé qué sentía y qué siento. Lo que sí sé es que no puedo odiar a
alguien que me importa tanto. Soy Hutcher, Josh. A pesar de todo sigo siendo
una persona que sonríe cuando tú sonríes, que te adora por cómo eres, por lo
que haces. Así que después de estar toda la tarde pensando me he dado cuenta de
que no quiero esto. No quiero estar pendiente de ti para romperme el corazón,
sino para alegrarme, como hace un año. Si fuera otra persona la que está
haciendo lo que estoy haciendo yo, la odiaría. Intenté odiarte, Josh, y no
puedo; solo puedo recordar como eras para mí antes de aquel mensaje. Y quiero
que todo vuelva a ser así. Seamos sólo amigos y seré la persona más feliz del
mundo.
Me acerco poco a poco a ella, la cojo de la mano y la obligo
a levantarse.
-Es lo menos que puedo darte.
Y la abrazo.
domingo, 6 de octubre de 2013
Capítulo 40 - Josh
-Fuera de aquí ahora mismo. ¡LOS DOS! - Grita Ana mientras se acerca y empuja a su hermana hasta que consigue sacarla por completo del piso y puede cerrar de un portazo.
-Vaya... Parece que tu llegada ha sido la gota que ha colmado el vaso. - Dice Claudia con la vista clavada en algún punto de la puerta que hay frente a ella.
-Normal...
-¿Nos damos una vuelta? - Dice girándose.
La sigo hasta el ascensor en silencio y bajamos a la entrada del bloque de pisos. Cuando salimos, nuestros ojos tardan unos segundos en acostumbrarse a la luz, así que nos detenemos. Claudia aprovecha estos segundos para crear algo de conversación entre nosotros.
-¿Sabes de alguna cafetería buena donde poder tomarme un café bien cargado?
-Em... La última vez que vine estuve con Álex y Ana en una, pero no recuerdo dónde estaba.
-¿No eres de aquí? - Pregunta curiosas. Niego con la cabeza, sorprendido de que no haya notado mi acento - Genial - añade - dos desconocidos en una ciudad grande. ¿has asumido ya que vamos a perdernos?
-¿No eres de aquí? - Pregunto al mismo tiempo que empezamos a caminar.
-¿Yo? Llevo unos ocho años sin venir aquí. He vivido en París desde los diez años.
-¿En París?
-Sí - se encoge de hombros, quitándole importancia - ¿No te lo ha contado Ana?
-Nunca te ha mencionado.
-¿Nunca te ha contado lo nuestro y lo de la pequeña Rut.
-Me habló de Rut - la interrumpo. - Dijo que se había despistado y la habían atropellado. Pero nunca mencionó que tenía otra hermana.
-Que bien - comenta con sarcasmo - Te habla de nuestra hermanita fallecida y omite el detalle de que tiene una gemela con vida.
Justo cuando voy a preguntarle por lo que acaba de decir, señala la acera de enfrente y cruza corriendo. Hemos encontrado una cafetería.
Una vez dentro, nos sentamos en una de las mesas más alejadas y pedimos a un camarero pelirrojo que se acerca a nosotros.
-Cuéntame. ¿Qué es lo vuestro y lo de Rut?
Claudia suspira antes de empezar a contar.
-Éramos pequeñas y siempre estábamos de pelea. Es algo nornal entre hermanas, pero lo nuestro era superior. Nos odiábamos. Un día, nuestros padres nos llevaron al parque. Ellos se distrajeron, no recuerdo la razón. Rut quería cruzar para ir a una tienda de chucherías, pero Ana se negaba a hacerlo sin nuestros padres. Yo quería cruzar también, así qe empezamos a discutir una vez más. Mientras tanto, la pequeña Rut cruzó sola y... Bueno, ya sabes el resto. - Guarda silencio para recuperar el aliento antes de continuar - A partir de ese momento, no fuimos capaces de volver a mirarnos. Llegados a ese punto, mis padres decidieron llevarme a Paris e ingresarme en una escuela privada de arte. Tenemos familia en Paris.
-¿Una escuela de arte? ¿Eres actriz?
-Más o menos. Intento serlo.
-Un momento. ¿Eso es lo que hacen los padres de Ana siempre que se van de viaje? ¿Ir a verte?
-Sí. Este año han aumentado las visitas. Han decidido trasladarme a una escuela en Nueva York y tenían que hacer mucho papeleo. También estaban preparándome para el reencuentro con mi hermana.
-¿Reencuentro? - Pregunto curioso.
-Sí. Llevaban meses pensando que era el momento de volver a ver a mi hermana. Así que se han quedado allí y me han dado una semana. Se supone que debería llamarlos para decirles cómo me ha ido. No sé qué voy a decirles.
Baja la cabeza y cruza sus manos por detrás, clavando así la mirada en la madera oscura de la mesa. No puedo hacer otra cosa que cogerla de la mano para intentar consolarla.
-Llámalos por la noche. Aún tienes unas cuatro horas para convencer a Ana.
-Jamás me perdonará, Josh. Me odia. Me alejé de los problenas, fui una cobarde. Mientras que ella se enfrentaba a la muerte de nuestra hermana y a una convivencia insoportable con mis padres, yo estaba en París alejándome de todo. Fui una cobarde.
-Dudo que a la edad de diez años fuera esa tu intención, Claudia.
Vuelve a hacerse el silencio y ambos bajamos las miaradas. Sigo agarrando su mano, pero ella no parece tener intención de soltarla.
-¿Por qué no cambiamos de tema y me cuentas algo sobre ti? ¿Quién eres? ¿De dónde eres? ¿Cómo conociste a Ana?
Y se lo cuento todo.
Absolutamente todo...
Cuando termina mi relato lo único que es capaz de decir es:
-No puedo creer que no te haya reconocido. En "Los chicos están bien" sales tan... distinto.
-¿Te gusta esa película?
-¿Bromeas? - pregunta con los ojos muy abiertos. - La adoro. Y para colmo has trabajado con Julianne Moore. ¡Amo a esa actriz!
Y así empezamos. Pasamos horas hablando de actores, películas, directores con los que nos encantaría trabajar... En algún punto de la conversación, Claudia decide hablar en inglés, lo que lo hace todo mucho más fácil. Poco a poco pasamos de ser unos completos desconocidos a ser de las personas que mejor conocen al otro. Claudia no ha tenido mucho éxito haciendo amigos en París, ha estado centrada en su formación como actriz. Descubro que su mayor sueño es aprender a hacer surf y viajar a Australia. Es una chica muy diferente a las que he conocido. Odia ir de compras y le encantan los deportes de riesgo.
El camarero llega con nuestro tercer café, aconpañado de un trozo de tarta de manzana. Claudia la odia, aunque se come la mitad casi sin respirar. Estamos riéndonos juntos cuando ella, que está recostada en su silla, mira por encima de mí con los ojos muy abiertos. Me doy la vuelta y observo como dos chicos entran en la cafetería. Los conozco, y si Claudia los ha mirado así también debe conocerlos. Son Adrián y Juan. Antes de darme cuenta, la mirada del primero y la mía se cruzan. Al principio, su expresión es dudosa, después pasa a la figura de Claudia y, con un movimiento violento, recorta la distancia que nos separa.
-¿Qué haces tú aquí? - Pregunta lo más calmado que puede, aunque está rojo de rabia. - Ana, ¿puedes explicármelo? - Ahora el odio se convierte en dolor. Me giro para observar a Claudia. Tiene una mezcla de confusión y cansancio en el rostro. - Te he llamado hace diez minutos. Me has dicho que no estabas de humor.
-¿Qué pasa aquí? - Pregunta Juan, colocando una mano sobre el hombro de su amigo. Después, clava la mirada en mí - ¿Josh?
-Ana, explícamelo. ¿Lo quieres? ¿No importa todo lo que te ha hecho?
-Yo...
Quiero ayudar a Claudia, pero las palabras no consiguen salir.
-¿Le quieres o no? - Vuelve a preguntar Adrián.
Casi sin ser consciente, miro a Claudia y ella me devuelve la mirada. Por sus ojos pasan miles de sensaciones. Es tan parecida a su hermana y a la vez tan diferente, que hay momentos en los que las confundo y, al segundo siguiente, me siento capaz de identificarlas sin esfuerzo.
-Adrián...
-Déjame, Juan. ¿Quieres volver a ir detrás de él? ¿Es eso lo que quieres?
-Yo jamás he ido detrás de él, chico. - Dice girándose y enfrentándose a él, adoptando el mismo tono que ha usado hace unas horas conmigo.
-Ana...
-Ella no es Ana.
Todos nos giramos para mirar a Juan, quien tiene una sonrisa divertida en el rostro.
-¿Cómo que no? - Pregunta Adrián perplejo.
-¿Cuándo has vuelto, francesa?
Y entonces lo entiendo. A él reconoció Claudia cuando entraron en la cafetería. Juan había sido su amigo de la infancia. No solo de Ana, sino también de ella.
-Estás muy guapo, Juan. - dice Claudia algo más relajada - He vuelto hoy.
-¿De qué estás hablando? - Pregunta Adrián.
-Soy Claudia. La hemana de Ana.
-La hermana de Ana murió - afirma con seriedad Adrián.
-No su gemela.
Claudia se sienta con violencia, pero después cambia de opinión y se levanta, me coge de la mano y me dirige hacia la salida.
-Ha sido un placer volver a verte, Juan. - dice justo antes de salir por la puerta.
-Vaya... Parece que tu llegada ha sido la gota que ha colmado el vaso. - Dice Claudia con la vista clavada en algún punto de la puerta que hay frente a ella.
-Normal...
-¿Nos damos una vuelta? - Dice girándose.
La sigo hasta el ascensor en silencio y bajamos a la entrada del bloque de pisos. Cuando salimos, nuestros ojos tardan unos segundos en acostumbrarse a la luz, así que nos detenemos. Claudia aprovecha estos segundos para crear algo de conversación entre nosotros.
-¿Sabes de alguna cafetería buena donde poder tomarme un café bien cargado?
-Em... La última vez que vine estuve con Álex y Ana en una, pero no recuerdo dónde estaba.
-¿No eres de aquí? - Pregunta curiosas. Niego con la cabeza, sorprendido de que no haya notado mi acento - Genial - añade - dos desconocidos en una ciudad grande. ¿has asumido ya que vamos a perdernos?
-¿No eres de aquí? - Pregunto al mismo tiempo que empezamos a caminar.
-¿Yo? Llevo unos ocho años sin venir aquí. He vivido en París desde los diez años.
-¿En París?
-Sí - se encoge de hombros, quitándole importancia - ¿No te lo ha contado Ana?
-Nunca te ha mencionado.
-¿Nunca te ha contado lo nuestro y lo de la pequeña Rut.
-Me habló de Rut - la interrumpo. - Dijo que se había despistado y la habían atropellado. Pero nunca mencionó que tenía otra hermana.
-Que bien - comenta con sarcasmo - Te habla de nuestra hermanita fallecida y omite el detalle de que tiene una gemela con vida.
Justo cuando voy a preguntarle por lo que acaba de decir, señala la acera de enfrente y cruza corriendo. Hemos encontrado una cafetería.
Una vez dentro, nos sentamos en una de las mesas más alejadas y pedimos a un camarero pelirrojo que se acerca a nosotros.
-Cuéntame. ¿Qué es lo vuestro y lo de Rut?
Claudia suspira antes de empezar a contar.
-Éramos pequeñas y siempre estábamos de pelea. Es algo nornal entre hermanas, pero lo nuestro era superior. Nos odiábamos. Un día, nuestros padres nos llevaron al parque. Ellos se distrajeron, no recuerdo la razón. Rut quería cruzar para ir a una tienda de chucherías, pero Ana se negaba a hacerlo sin nuestros padres. Yo quería cruzar también, así qe empezamos a discutir una vez más. Mientras tanto, la pequeña Rut cruzó sola y... Bueno, ya sabes el resto. - Guarda silencio para recuperar el aliento antes de continuar - A partir de ese momento, no fuimos capaces de volver a mirarnos. Llegados a ese punto, mis padres decidieron llevarme a Paris e ingresarme en una escuela privada de arte. Tenemos familia en Paris.
-¿Una escuela de arte? ¿Eres actriz?
-Más o menos. Intento serlo.
-Un momento. ¿Eso es lo que hacen los padres de Ana siempre que se van de viaje? ¿Ir a verte?
-Sí. Este año han aumentado las visitas. Han decidido trasladarme a una escuela en Nueva York y tenían que hacer mucho papeleo. También estaban preparándome para el reencuentro con mi hermana.
-¿Reencuentro? - Pregunto curioso.
-Sí. Llevaban meses pensando que era el momento de volver a ver a mi hermana. Así que se han quedado allí y me han dado una semana. Se supone que debería llamarlos para decirles cómo me ha ido. No sé qué voy a decirles.
Baja la cabeza y cruza sus manos por detrás, clavando así la mirada en la madera oscura de la mesa. No puedo hacer otra cosa que cogerla de la mano para intentar consolarla.
-Llámalos por la noche. Aún tienes unas cuatro horas para convencer a Ana.
-Jamás me perdonará, Josh. Me odia. Me alejé de los problenas, fui una cobarde. Mientras que ella se enfrentaba a la muerte de nuestra hermana y a una convivencia insoportable con mis padres, yo estaba en París alejándome de todo. Fui una cobarde.
-Dudo que a la edad de diez años fuera esa tu intención, Claudia.
Vuelve a hacerse el silencio y ambos bajamos las miaradas. Sigo agarrando su mano, pero ella no parece tener intención de soltarla.
-¿Por qué no cambiamos de tema y me cuentas algo sobre ti? ¿Quién eres? ¿De dónde eres? ¿Cómo conociste a Ana?
Y se lo cuento todo.
Absolutamente todo...
Cuando termina mi relato lo único que es capaz de decir es:
-No puedo creer que no te haya reconocido. En "Los chicos están bien" sales tan... distinto.
-¿Te gusta esa película?
-¿Bromeas? - pregunta con los ojos muy abiertos. - La adoro. Y para colmo has trabajado con Julianne Moore. ¡Amo a esa actriz!
Y así empezamos. Pasamos horas hablando de actores, películas, directores con los que nos encantaría trabajar... En algún punto de la conversación, Claudia decide hablar en inglés, lo que lo hace todo mucho más fácil. Poco a poco pasamos de ser unos completos desconocidos a ser de las personas que mejor conocen al otro. Claudia no ha tenido mucho éxito haciendo amigos en París, ha estado centrada en su formación como actriz. Descubro que su mayor sueño es aprender a hacer surf y viajar a Australia. Es una chica muy diferente a las que he conocido. Odia ir de compras y le encantan los deportes de riesgo.
El camarero llega con nuestro tercer café, aconpañado de un trozo de tarta de manzana. Claudia la odia, aunque se come la mitad casi sin respirar. Estamos riéndonos juntos cuando ella, que está recostada en su silla, mira por encima de mí con los ojos muy abiertos. Me doy la vuelta y observo como dos chicos entran en la cafetería. Los conozco, y si Claudia los ha mirado así también debe conocerlos. Son Adrián y Juan. Antes de darme cuenta, la mirada del primero y la mía se cruzan. Al principio, su expresión es dudosa, después pasa a la figura de Claudia y, con un movimiento violento, recorta la distancia que nos separa.
-¿Qué haces tú aquí? - Pregunta lo más calmado que puede, aunque está rojo de rabia. - Ana, ¿puedes explicármelo? - Ahora el odio se convierte en dolor. Me giro para observar a Claudia. Tiene una mezcla de confusión y cansancio en el rostro. - Te he llamado hace diez minutos. Me has dicho que no estabas de humor.
-¿Qué pasa aquí? - Pregunta Juan, colocando una mano sobre el hombro de su amigo. Después, clava la mirada en mí - ¿Josh?
-Ana, explícamelo. ¿Lo quieres? ¿No importa todo lo que te ha hecho?
-Yo...
Quiero ayudar a Claudia, pero las palabras no consiguen salir.
-¿Le quieres o no? - Vuelve a preguntar Adrián.
Casi sin ser consciente, miro a Claudia y ella me devuelve la mirada. Por sus ojos pasan miles de sensaciones. Es tan parecida a su hermana y a la vez tan diferente, que hay momentos en los que las confundo y, al segundo siguiente, me siento capaz de identificarlas sin esfuerzo.
-Adrián...
-Déjame, Juan. ¿Quieres volver a ir detrás de él? ¿Es eso lo que quieres?
-Yo jamás he ido detrás de él, chico. - Dice girándose y enfrentándose a él, adoptando el mismo tono que ha usado hace unas horas conmigo.
-Ana...
-Ella no es Ana.
Todos nos giramos para mirar a Juan, quien tiene una sonrisa divertida en el rostro.
-¿Cómo que no? - Pregunta Adrián perplejo.
-¿Cuándo has vuelto, francesa?
Y entonces lo entiendo. A él reconoció Claudia cuando entraron en la cafetería. Juan había sido su amigo de la infancia. No solo de Ana, sino también de ella.
-Estás muy guapo, Juan. - dice Claudia algo más relajada - He vuelto hoy.
-¿De qué estás hablando? - Pregunta Adrián.
-Soy Claudia. La hemana de Ana.
-La hermana de Ana murió - afirma con seriedad Adrián.
-No su gemela.
Claudia se sienta con violencia, pero después cambia de opinión y se levanta, me coge de la mano y me dirige hacia la salida.
-Ha sido un placer volver a verte, Juan. - dice justo antes de salir por la puerta.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Capítulo 39 - Josh
Cuando piso suelo español de nuevo me dan ganas de regresar
al avión. No solo por el grandísimo cambio de temperatura, sino también por
miedo. La última vez que vine aquí, venía decidido a conocer a una chica por la
que poco después comencé a sentir algo, aunque ese “algo” sigue siendo
desconocido para mí. Ahora, medio año después, no sé nada de la chica, sólo que
me odia. Dejé de llamarla aun sabiendo lo importante que era para ella y retomé
mi relación con mi exnovia. Teniendo en cuenta que todo el planeta sabe que
volvimos, Ana también lo sabrá… y me odiará por ello. No éramos pareja, pero
tampoco amigos. No estoy seguro sobre nada de lo que pueda haber pasado en su
vida estos meses, pero seguro que no ha sonreído cada vez que le hablaban de
mí.
Esta vez no necesito que nadie me recoja en el aeropuerto,
como Álex, quien vino la primera y última vez que estuve aquí; sino que cojo un
taxi y le indico la dirección. Como siempre, llevo mi gorra y mis gafas de sol,
esperando que nadie me reconozca. El taxi tarda unos veinte minutos en llegar a
la ciudad y me deja en la calle paralela a la de Ana.
A diferencia de la última vez, el ascensor funciona
perfectamente, así que entro y, en cuestión de segundos, las puertas vuelven a
abrirse. Es como si viajara en el tiempo, como si Álex estuviera a mi lado.
Ahora debería haber un chico hablando con Ana en la puerta, sin embargo está
cerrada. Antes de que pueda arrepentirme, avanzo con decisión y hago sonar el
timbre.
Cuando la puerta se abre me encuentro con unos ojos
profundos, oscuros, marrones, marcados por un lápiz negro, resaltándolos más
aún si cabe. El pelo, más corto que la última vez que la vi, le cae ondulado
hasta la altura del pecho. Tiene los labios pintados con carmín marcados en una
sonrisa algo forzada, el ceño fruncido y una ceja levantada. Es mucho más guapa
de lo que recordaba. Entreabre la boca un poquito y después sonríe, enseñando
unos perfectos dientes blancos y mostrando una expresión de completa confusión.
-¿Hola? – pregunta.
Hay algo raro en su voz, pero estoy tan absorto en su rostro
que apenas me doy cuenta. Está más esbelta, no tan delgada. Parece incluso
mayor, más madura. ¿Tendré algo que ver con la razón que la haya hecho crecer
de golpe?
-Te has cortado el pelo – es lo único que consigo decir.
Ella baja la mirada y se enrosca un mechón de pelo en su
dedo índice, después vuelve a mirarme.
-Sí – añade con el ceño más fruncido aún, - pero de eso hace
ya bastantes meses. Me ha crecido bastante rápido.
Desde luego me esperaba voces, empujones, golpes y puede que
incluso lágrimas. No hay nada de eso. Simplemente es como si yo fuera alguien a
quien ve todos los días, algo que probablemente sea cierto si, como muchas
chicas de su edad, tiene mi cara como fondo de pantalla del móvil. Aunque
después de los ocurrido es poco probable.
-¿No vas a gritarme? – decido preguntar al final, rompiendo
el silencio.
-¿Por qué iba a hacerlo? – pregunta confusa.
-¿Que por qué? No sé. Tal vez porque… No te llamé y… - las
palabras se confunden y decido morderme la lengua antes de soltar alguna
tontería. Y entonces lo comprendo - ¡Ah! Vale. No vas a gritarme. Tu castigo
será simplemente fingir que no me conoces, ¿no?
Ana chasquea la lengua y me mira de arriba a abajo.
-La verdad es que me suenas mucho, pero ahora mismo no
sabría decirte quién eres. ¿Alguna
pista?
Me apoyo en el marco de la puerta rendido y me paso la mano
por el pelo.
-Está bien. Ana siento muchísimo lo que hice. Dejé de llamarte,
lo de Vanessa… y ahora me presento aquí en tu casa como si nada y tú… tú… - me
tapo la cara con ambas manos. ¿Qué estoy diciendo?
-Tranquilo chico – dice como si nada, y me acaricia el
hombro, lo que hace que me recorra un escalofrío – Si fuera por mí te
perdonaría, pero yo…
-No hables – le pido – Sé que siempre decíamos que sólo
éramos amigos pero sé que tal vez para ti no fue solo eso… Y para mí tampoco,
la verdad. Yo… no sé lo que sentía pero la distancia… No sabía si querrías algo
y…
-Yo creo que cualquier persona querría algo contigo, por muy
lejos que estuvierais el uno del otro.
Me quito las manos de la cara y la observo con atención.
-¿De qué estás hablando?
-¿De qué estás hablando tú? Yo sólo te estoy alagando. –
añade con una sonrisa pícara.
-¿Quieres decir que… me perdonas?
-Pero si no me has hecho nada.
-Te hice daño, ¿no? O al menos pensaba que te había herido,
aunque tal vez no signifique mucho para ti en tu vida. – al decirlo me doy
cuenta de que nunca me he cuestionado la importancia de mi persona en su vida.
Pero, ¿y si no soy tan importante para ella como siempre he pensado?
-La verdad es que no me has herido nunca, chico.
-Deja de llamarme chico, Ana. Por favor.
-Yo no…
-Intenté llamarte, pero cambiaste tu teléfono. – ahora hablo
lo más rápido posible, intentando borrar lo que he dicho antes.
-Esto deja de tener gracia…
-No sabes las ganas que tenía de volver a verte. – añado
ignorándola.
-¡Para! – exclama, y comienza a reír – Por favor, dime tu
nombre.
-Mi nombre… ¿De qué estás hablando?
-Dímelo. – contesta con algo de súplica reflejada en sus
ojos.
Suspiro, frustrado.
-Josh.
-Está bien Josh. Tengo que decirte algo. Yo no soy…
-¿QUÉ?
Ana se da la vuelta rápidamente y yo alzo la mirada para
observar lo que hay al otro lado de la puerta, en busca del origen de la voz.
En el otro extremo de la entrada está…
-¿Ana?
Bajo la mirada y vuelvo a levantarla. Hay dos Ana. No dejo
de dirigir mi mirada hacia arriba y hacia abajo, como un balancín. Con cada
segundo, todo se vuelve más confuso aún. Entonces, la Ana que está más cerca de
mí, dice:
-Josh, soy Claudia, la hermana gemela de Ana.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Capítulo 38 - Ana
Sé quién tiene que dar el paso, y soy yo. Así que recorto la
distancia que nos separa y lo beso. Le agradezco que me entienda y que sepa que
no he pasado por mi mejor momento, ya que impide que el beso se llene de
pasión. Sólo es un beso lleno de ternura, justo lo que necesito ahora mismo.
Cuando nos separamos, lo abrazo con fuerza y pego mi cabeza
a su pecho, como solía hacer antes, y me lleno del sonido de los latidos de su
corazón. Sólo nos separamos para sentarnos. Después me tumbo en el sofá,
apoyando la cabeza en sus piernas mientras él me acaricia el pelo.
-No sabes cuánto deseaba que llegara este momento. -
susurra.
-Siento haberlo retrasado - contesto cerrando los ojos y
sonriendo.
Me siento aliviada porque es eso lo que he estado haciendo:
retrasar lo que sabía que ocurriría en cualquier momento. Lo único que he hecho
durante todo este tiempo ha sido dañarnos a ambos. Y, aunque aún hay cosas que
me impiden estar del todo feliz conmigo misma, decido aprovechar al máximo
estos minutos de paz.
-Estás perdonada - responde, y me da un beso en la frente.
-Podríais quedaros Estefi y tú a dormir aquí.
-¿Y crees que le gustará la idea? - Pregunta divertido.
-Por supuesto que no - respondemos Estefi y yo al mismo
tiempo mientras ella entra en el salón - Pero, ¿qué remedio tengo?
Así que eso hacemos. Esa noche de principios de julio
dormimos juntos en el salón: Estefi y yo, cada una en uno de los sofás; y
Adrián lleva un colchón al lado de mi sofá. No soltamos nuestras manos en toda
la noche.
Cuando despierto, ambos siguen durmiendo, así que suelto la
mano de Adrián con cuidado y voy a la cocina a preparar el desayuno. Está
bastante bien ver lo animadas que se han vuelto las cosas durante estos meses,
en los que el estrés de los estudios no han dejado de hacer acto de presencia.
En unos meses todos nos separaremos para estudiar en diferentes universidades,
excepto Juan y yo, cuyo destino parece ir ligado.
Cuando terminamos de desayunar, limpiamos la cocina y Adrián
y Estefi se marchan a cambiarse de ropa.
-Dale un besazo a Isa de mi parte - le grito a Estefi desde
la cocina antes de que se vaya.
-No sé cómo puedes quererla tanto, es el diablo
personificado.
-Tú al menos tienes un diablo en casa.
-Se lo daré.
-¿Y para mí no hay beso? - Pregunta una voz detrás de mí al
mismo tiempo que unas manos me cogen de la cintura y me hacen girar.
-Por supuesto que sí - contesto sonriente.
Adrián me levanta del suelo y me besa. Inspiro con fuerza,
llenando mis pulmones de su aroma, que no ha cambiado en este último año.
-Nos vemos más tarde, ¿no?
-Por supuesto.
Ambos se marchan y me quedo sola. Decido limpiar un poco y
así trascurre la mañana, hasta que suena el timbre. Corro a abrir la puerta,
esperando encontrarme con Adrián. Pero no es él. Es alguien a quien no veo
desde hace mucho pero al mismo tiempo veo todos los días.
-¡¿Qué haces tú aquí?!
Capítulo 37 - Josh
-Buenos días - me despierta Vanessa con voz cantarina y
dándome un sonoro beso.
Así que se tumba sobre mí y nos fundimos en un mar de besos
y caricias que parece no tener fin... Hasta que suena el timbre.
Vanessa emite un gruñido de fastidio y se levanta para ir a
abrir.
-Podrías ponerte algo más de ropa - digo mientras avanza
decidida por el pasillo. Sólo lleva mi camiseta del día anterior que, aunque le
está algo larga, no impide que se le vea medio muslo.
Me pongo en pie y voy al salón, donde está el portátil de
Vanessa. Me acerco y me tumbo en el sofá, pero no sin antes ver que está metida
en Twitter. ¡Twitter! Pero si llevo meses sin entrar. Justo en ese momento
aparece Vanessa por la puerta.
-Vanessa, ¿puedo mirar una cosa en Internet?
-Por supuesto.
Introduzco rápidamente mis datos en Twitter mientras ella
prepara el desayuno. Como siempre, tengo cientos de comentarios y nuevos
agregados, pero sólo me centro en los mensajes directos. Y se me cae el alma a
los pies. Tengo docenas de mensajes de Álex, el español. Los leo uno por uno.
No llamé a Ana, Ana está destrozada, aunque no quiere saber nada de mí, Álex
sigue intentando establecer contacto conmigo... Así que hago lo que debría haber
hecho hace tiempo: mirar las fotos que se publicaron hace medio año. Me
sorprendo de inmediato, no sólo aparece Ana, sino que también Vanessa.
"Se especula que el actor Josh Hutcherson, quien fue
visto hace pocos días en España en compañía de una adolescente que responde al
nombre de Ana, podría haber retomado su relación con la cantante y actriz
Vanessa Hudgens, con quien compartió rodaje en la segunda parte de Viaje al
centro de la Tierra: Viaje a la Isla Misteriosa. [...] ¿Quién es la joven
española por la cual se sospecha que Josh viajó el pasado mes de noviembre a
España? ¿Mantienen algún tipo de relación? ¿Ha vuelto con Vanessa? "
Y en cuanto termino de leer las eternas preguntas que se
hacen los periodistas y los lectores, para las cuales ni siquiera yo tengo
respuesta, me doy cuenta de que tengo que llamarla.
Así que cojo el teléfono y busco desesperadamente su número
de teléfono.
-¿A quién llamas? - Pregunta Vanessa sentándose a mi lado
-A Ana.
-¿A quién?
Parece escandalizada, así que dejo de mirar la pantalla del
teléfono y me giro para enfrentarme a ella.
-A Ana - repito.
-¿La estúpida chica española?
-No la llames estúpida, Vanessa. No la conoces.
-Es solo una cría infantil que jugaba a conocer a su actor
favorito. Es como todas. Una obsesionada con convertirse en famosa a cualquier
precio...
-No voy a dejar que la insultes, Vanessa - la corto,
volviendo a centrar mi atención en el móvil.
-No la llames, Josh. No quiero que la llames.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Dejarme? - Grito, poniéndome en pie.
Su rostro vacila dos segundos, haciendo que la máscaras dr
seguridad que Vanessa sienpre muestra corra el peligro de desaparecer. Por un
segundo la veo indecisa, pero en seguida recupera la compostura y se convierte
en la persona fría y calculadora.
-Sí - responde con seriedad.
-Pues no es necesario que lo hagas. Te dejo yo - esto la
sorprende y abre mucho los ojos - Estoy cansado de que tú puedas hacer lo que
quieras, salir todas las noches a tú sabrás donde mientras que yo no puedo
hacer una maldita llamada. Así que en cuento cuelgue el teléfono, recogeré mis
cosas y espero no volver a encontrarte llamándome o buscándome. ¿Me oyes?
Marco el teléfono y espero hasta que una voz robótica habla
al otro lado.
El número no existe.
-Se ha cambiado el número - susurro.
Vanessa se ríe a mi lado. No dudo dos segundos y empiezo a
caminar por el apartamento en busca de mis cosas. Cuando abro la puerta para
marcharme, la voz burlona de Vanessa me vuelve a detener.
-¿Qué vas a hacer? ¿Viajar a España? - empieza a reírse de
nuevo, pero yo me limito a mirarla totalmente serio y desafiante.
-Sí, es justo lo que voy a hacer.
Capítulo 36 - Ana
Verano.
Me acurruco en el sofá, intentando ocupar el menor espacio
posible, y cierro los ojos para descansar. Unos minutos más tarde, oigo el
sonido que hacen las llaves al girar en la cerradura de la puerta. No son mis
padres, quienes llevan dos semanas en París, así que sólo puede ser la otra
persona que tiene una copia de las llaves: Estefi.
-¡Ana! - Llama desde la puerta.
Oigo varios pares de pies avanzar hasta el salón. Permanezco
con los ojos cerrados.
-¡Ah! Estás aquí. Ha venido Adrián.
Emito un gruñido que espero que interprete como un 'déjame',
pero consigue el efecto contrario. Se acerca a mí y empieza a sacudirme el
hombro.
-¿Te lo has terminado?
Abro un poco los ojos, lo suficiente para ver que en una
mano sostiene el marca páginas que dejé sobre el libro que tiene en la otra
mano. Veo el pájaro azul rodeado por un aro del mismo color y con las alas
abiertas. Cierro los ojos de nuevo y asiento.
-Entonces es normal que estés así de deprimida. ¡Arriba!
Me da con un cojín en la cabeza y, a regañadientes,
obedezco.
Adrián se sienta a mi lado mientras que Estefi se pierde por
el pasillo.
-¿Estás bien?
Me giro para poder ver mejor sus ojos. Esos ojos que siempre
me han enamorado. Adrián, el chico que se ha convertido en mi confidente, en
las pocas personas que me comprende y que ha tratado mis problemas de un modo
objetivo dejando atrás sus sentimientos y lo ocurrido a lo largo de estos dos
últimos dos años. Mi amigo.
Apoyo mi cabeza en su hombro buscando a alguien que me
apoye. Veo como sus manos se retuercen, estirando sus dedos. Cierro los ojos y,
a ciegas, deslizo mi mano por su antebrazo, trazando el recorrido de sus venas
y arterias, hasta llegar a la muñeca. Entonces estiro los dedos y los entrelazo
con los suyos.
Sigo con los ojos cerrados y, aunque los abriera, no querría
ver la expresión de su cara. No sé cómo se tomará esto, así que espero a que me
suelte, pero en lugar de eso, aprieta más su mano contra la mía y apoya su cabeza
sobre la mía.
Es como si viajara en el tiempo, un año atrás. Por primera
vez desde hace mucho, me siento cómoda y parece que desaparecen todas mis
preocupaciones.
No sé cuánto tiempo pasa, pero cuando vuelvo a abrir los
ojos, la respiración monótona y acompasada de Adrián me indica que también está
durmiendo. Estefi está sentada en el sofá de al lado, pulsando teclas del
móvil; supongo que hablando con Juan, que ha ido de viaje a Barcelona.
-Estefi - susurro, intentando no despertar a Adrián.
Estefi se gira para observarme y me sonríe.
-Buenos días, dormilona.
Sonrío. Oír hablar en voz baja a Estefi es algo que no
sucede todos los días.
-¿Cuánto llevo dormida?
-Hace dos horas que llegamos. Deberíamos irnos y dejarte
dormir.
Apenas muevo la cabeza para negar la oferta, pero es
suficiente para que Adrián se despierte. Se aparta un poco para bostezar y
entonces se queda mirando fijamente nuestras manos entrelazadas.
-Voy al servicio - dice Estefi poniéndose de pie.
-Así que no es un sueño. - Dice Adrián una vez que Estefi ha
salido.
-¿Un sueño? - Pregunto.
-Sí. Uno como otro cualquiera. Pero esta vez es de verdad.
-¿Has... soñado...
-...contigo? - Comienza a reír, una de esas risas nerviosas
que tanto me enfadarían en otra situación - Todas las noches -añade- Y entonces
tu cara queda grabada en mi cabeza el resto del día. Así es imposible
olvidarte. Aunque... Ya ni si quiera sé si quiero olvidarte.
Le suelto la mano y me levanto rápidamente del sofá.
-Lo siento, Adrián. Ahora somos amigos, justo lo que tú querías
que no fuéramos. Y ha pasado mucho tiempo, y estoy muy confusa, y... Y debería
haber dado ya el paso pero...
-¿No lo has dado aún? - me pregunta sonriente.
Entonces bajo la mirada, su mano está enganchada en una de
las tiras de pantalón. Bajo también la mano y vuelvo a enlazar sus dedos con
los míos. Sí, este es el paso.
-Te quiero, Ana.
"Jamás podrás enamorarte si no sabes perdonar" las
palabras de Estefi no dejan de resonar en mi cabeza, porque tienen demasiada
razón.
-Y yo a ti.
-No - dice negando con la cabeza - Dilo.
Está tan cerca de mí que muestras respiraciones se
acompasan, nuestros alientos se mezclan.
-Te quiero, Adrián.
Capítulo 35 - Ana
Cojo el equipo de música y meto el CD. En seguida comienza a
sonar Smile de Avril Lavigne.
-¡Juan y Adrián! - Grito desde la cocina. - ¿Pensáis dejarme
que lo haga yo todo?
-¡Ya vamos!
Al final tengo que ir a separarlos de los mandos de la
PlayStation.
-Jamás volveré a dejar que os traigáis otro juego.
Después de despertarme, ellos fueron a su casa a cambiarse
de ropa. Como no se fían de mí, han decidido venir a comer aquí.
Empezamos a cocinar cuando suena el timbre. Al otro lado de
la puerta está Estefi. La abrazo con ganas y la conduzco a la cocina. Cuando ve
a Juan se besan apasionadamente. Mi mirada se dirige instintivamente a Adrián,
quien también está mirándome, y ambos bajamos la mirada avergonzados. Así que
nos ponemos a cocinar y, una hora después, estamos comiendo. No sé cómo lo
hacen, pero al final Adrián y yo acabamos sentados juntos, enfrente de Juan y
Estefi.
Hablamos de la fiesta de ayer, y sé que intentan mantener el
tema de mi embriaguez aparte, pero no lo conseguimos. ¿Cómo si no vamos a
explicarle a Estefi por qué se han quedado Juan y Adrián a dormir aquí?
-¿Bebiste? - Estefi abre muchísimo los ojos - ¿Por qué?
¡Dime que no fue por el temita de Josh!
-¡Estefi! ¡Por supuesto que no!
-Vamos a dejar el tema... - Dice Adrián con aire cansado.
-No se por qué te pones así. Estoy perfectamente.
-¿Que por qué?
-Chicas...
-No sé. Tal vez porque... ¿me preocupo por ti?
-Estefi...
-¡Pues deja de preocuparte! Ya soy grandecita.
-¿Ah, sí? Pues tu actitud demuestra todo lo contrario.
-Solo fue una vez.
-Y quién sabe si no empezarás a beber cada vez que te
sientas mal.
-No lo haré.
-Sí, claro.
-¡Que no lo haré!
-¡PARAD YA!
Estefi y yo hemos acabado de pie, gritándonos. Ahora Adrián
tiene una mano sobre mi hombro, sujetándome con fuerza.
-Adrián... - susurra Estefi.
-Déjala. Por favor.
-Sabes que tengo razón.
-Lo que menos necesita ahora es pelearse contigo -
interviene Juan.
-¿De qué habláis? - Pregunto. - Si me creéis débil o algo
así porque mi lista de llamadas esté algo vacía últimamente, os equivocáis.
-No es eso. - Juan saca el móvil de su bolsillo y me lo
entrega - Sabemos la razón por la que Josh no te llama.
Miro la pantalla del móvil. Es un reportaje de una revista de
hace una semana. El protagonista del artículo es Josh, pero salen dos chica.
Una soy yo, aparecen fotos de cuando estuvo en España. Debajo hay un artículo
en el que se rumorea que estuvimos saliendo, pero que podríamos haber roto ya
que se ha visto a otra persona con Josh últimamente. No me hace falta leer el
nombre, sé quién es. La chica de las otras fotos es...
-Vanessa Hudgen.
Capítulo 34 - Josh
-¡Feliz Año Nuevo! - Me saluda Vanessa abriendo la puerta y
dándome un sonoro beso en los labios. Uno de los besos que me deja con ganas de
un segundo más profundo - ¿Qué tal con tu familia?
Entro en la casa y me siento en el sofá.
-Bien. Mi hermano ha estado comentando cada dos por tres
cosas de mi vida privada delante de mis padres. Ha sido divertido.
-Vaya, vaya - Vanessa se acerca y se sienta en mis piernas -
¿Y ha aparecido mi nombre por algún casual?
-Sí.
Vanessa ría, pero yo solo pienso en el tono de enfado de mi
hermano y las miradas de mi madre.
-Bueno, es Año Nuevo. ¿Vamos a algún lado a celebrarlo?
-Estoy cansado, voy a ir a mi apartamento a descansar.
-¿Eso es una invitación? - Sonríe píaramente.
-En realidad no. Aunque si quieres... - Me inclino hacia
ella y junto nuestros labios. Vanessa envuelve mi cuello entre sus brazos y se
pega más a mí.
-También podemos celebrarlo aquí - susurra - Y, si nos queda
tiempo, descansas un poco.
-Conociéndote, no tendríamos tiempo de descanso.
Ella ríe sonoramente. Se levanta y tira de mi brazo para que
la siga.
-No Vanessa. Estoy cansado.
-Está bien - suelta mi brazo algo fastidiada - Pero, ¿seguro
que no quieres descansar aquí?
-No. Además, tengo que deshacer las maletas.
-Vale. Lo siento, es que te he echado mucho de menos. - Se
acerca y me abraza, apoyando la cabeza en mi pecho.
-Y yo también. Vendré luego. - Me inclino un poco para darle
un beso en el pelo y después me marcho.
Capítulo 33 - Ana
La fiesta resulta agobiante. Hay decenas de personas bailando
en cada rincón, gritando y bebiendo. Me siento en la barra improvisada que han
hecho y pido algo para beber. No acostumbro a tomar alcohol, pero hoy me siento
tan abrumada que quiero despejarme un poco. Por supuesto, siempre hay alguien
decidido a no dejarme tranquila.
-¿Qué bebes?
El vaso parece volar de mi mano. Comienzo a estar un poco
mareada, pero sé que Álex ya está tirando de mí para que me ponga en pie. Me
lleva a la pista de baile y empieza a hacerme girar.
-Para, vas a hacer que expulse hasta su primera papilla.
Ahora el de la voz es Adrián. No lo he visto desde hace
semanas. No sé cómo sentirme al oír su voz, y estar ebria no ayuda. Siento unas
manos familiares agarrarme por los hombros y guiarme hacia una puerta. Es la
zona de descanso, por decirlo de alguna manera.
-¿Se puede saber por qué bebes ahora? - me pregunta Adrián
sentándome en un sofá rojo.
De repente me siento terriblemente cansada, así que dejo caer
la cabeza a un lado... sobre el hombro de Adrián.
-Genial, estás peor de lo que imaginaba – comenta con ironía.
-Déjame. Estoy cansada.
A penas soy consciente de lo que sigo hasta que las palabras
ya han salido de mi boca.
-Pobre – dice, colocándome un mechón de pelo detrás de la
oreja. - No te sienta bien, ¿eh? ¿Por qué estabas bebiendo?
-Echo de menos a Estefi.
Atraído por el nombre, Juan aparece de golpe a nuestro lado.
-¿Qué te pasa?
Aunque tengo los ojos cerrados puedo ver la cara de confusión
que debe tener.
-Adivina.
-¿En serio? Pensaba que sólo tendría que ser el niñero tuyo,
Adrián; siempre y cuando tú fueses el mío. ¿Cuándo ha entrado Ana en nuestra
relación?
No sé de qué hablan, aunque tampoco me molesto en preguntar.
Lo que más me preocupa ahora es que soy incapaz de permanecer con los ojos
abiertos tres segundos.
Adrián, quien ha empezado a reírse, acaricia el brazo con la
punta de los dedos.
-Deberíamos llevarla a su casa.
-Estás de broma, ¿verdad? ¿Para que la vean así?
Las conversaciones se mezclan y dejo de prestar atención a
quién dice cada frase. Estoy a punto de dormirme, lo sé.
-No están.
-¿Qué? Pero si es Noche Vieja.
-Están con Claudia.
Sé que ambos me están mirando. ¿Lo he dicho? Sí, acabo de
nombrarla.
-¿Quién es Claudia? – pregunta Adrián.
-Llevémosla a su casa.
No soy consciente del trayecto de vuelta a mi casa. Sólo sé
que piden un taxi y me siento en la parte de atrás con Juan. No llego a
quedarme dormida, pero tienen que sacarme en volandas y llevarme hasta mi piso.
Las primeras arcadas llegan con el amanecer. Salgo de la cama
y corro hacia el cuarto de baño para expulsarlo todo. Llevo puesto unos
pantalones de correr y una sudadera. Recuerdo brevemente cuando me los puse
anoche. Unos minutos más tarde, salgo del cuarto de baño y regreso a mi
habitación. Pero no estoy sola.
-¿Qué haces aquí?
-Dormimos en el sofá anoche. Te he escuchado levantarte.
¿Estás bien?
-Algo mareada y me duele la cabeza. ¿No volvisteis a la
fiesta? - Juan niega con la cabeza. - ¿Y Adrián?
-Durmiendo en el salón.
Me siento a su lado, en la cama, y observo sus manos. Dedos
largos y finos, pero también fuertes.
-Aún me siento eufórica por el alcohol. Siento que soy capaz
de decir cualquier cosa, sin miedo a nada.
-Entonces habla.
-Creo que comenzaba a sentir algo por ti cuando te marchaste
a Barcelona.
Lo miro, pero no parece sorprendido. Esboza una tímida
sonrisa y baja la mirada.
-Lo sabía.
-¿Qué? – pregunto aterrada.
-Tu madre llamaba todas las semanas para preguntarme. Sabía
que ella no llamaría por gusto, que alguien se lo estaba pidiendo. Y ese
alguien eras tú. ¿Por qué? Al principio pensé que era porque te lo pedía
Estefi, pero por lo que me contaban Adrián y el resto sabía que no era así.
Además, Estefi jamás te hubiera pedido que le pidieras nada a tu madre.
-¿Por qué?
-Todo el mundo sabe que no tenéis una relación muy buena.
-Es mi madre – me limito a decir.
-Sí, pero…
-Entonces, ¿lo sabías?
-Sabía que tu madre me llamaba porque tú se lo pedías.
Después sólo tuve que unir cabos sueltos.
-Lo siento – digo, aunque no sé por qué me disculpo.
-Sólo quiero saber una cosa – se gira para mirarme a los
ojos. Tiene unos ojos marrones claros precioso – Ya no es así, ¿verdad? Ya no
sientes nada que no sea amistad.
-Sólo eres un amigo.
Y es cierto. Al decirlo me doy cuenta de que es verdad, de
que sólo es mi mejor amigo. Me acerco a él y lo abrazo. Después, empiezo a
reírme.
-No se lo digas a Estefi. No volvería a confiar en mí nunca.
-Tranquila – dice, devolviéndome la sonrisa – Jamás se lo
diré.
sábado, 14 de septiembre de 2013
Capítulo 32 - Ana
A menudo, una persona toma decisiones esperando que en un
futuro le sean recompensadas. O al menos, que le quiten los problemas del
presente. ¿Y si no ocurre ninguna de esas dos cosas y, además, pierde a una de
las persona que más le importan?
Tres semanas, ya han pasado tres semanas de aquella llamada.
Un “hasta ahora” fue lo último que lo oí decir. ¿Y ahora? Dos semanas sin oír
su voz, sin saber nada de él porque yo quise romper todo tipo de contacto entre
nosotros.
“Pase lo que pase, nunca dejes de hablarme”.
“Te lo prometo”.
Ya rompí mi promesa una vez, y ahora vuelvo a romperla.
Josh, ¿dónde estás? ¿Qué estás haciendo? ¿Trabajando? ¿En
alguna entrevista? No, no sale nada de eso en Internet. ¿Sigues acordándote de
mí como la amiga adolescente por la que viajaste a España?
-¡¿Acaso algo de todo eso era verdad?!
-Vuelves a hablar sola.
Parpadeo un par de veces. Estoy en mi habitación, con Estefi
detrás de mí, haciéndome un precioso recogido.
-¡Para! – le ordeno – No voy a ir.
-Sí vas a ir. Tienes que controlar que Juan no se acerque a
ninguna bruja que haya en la fiesta.
-No estoy de humor, Estefi.
-¿Por qué? Ah, vale. – hace una pausa y después añade,
gritando e intentando imitar mi voz: - ¡¿Acaso algo de todo eso era verdad?! Es
por él, ¿no?
-Sí, es por él.
-Álex ha intentado hablar con él por Twitter.
-¿Qué Álex ha hecho qué? – digo girando la cabeza, o
intentándolo; ya que Estefi me agarra con fuerza la barbilla para que permanezca
inmóvil.
-Tranquila, no hay rastro de él. Nada.
-Genial – comento con sarcasmo, en el fondo esperaba que
Álex hubiese descubierto algo.
-Escucha. Es Noche Vieja. Voy a terminarte este precioso
recogido, nos vamos a despedir, vas a comer algo, vas a ver la tele sentada.
¡Nada de tumbarte o de leer! Después, te vas a poner el precioso vestido que
nos compramos…
-El día que me llamó. – ignoro el escozor que empieza a
hacer acto de presencia en mis ojos.
-…y vas a ir a la estúpida fiesta. Te lo vas a pasar muy
bien, ¿vale? Por mí.
La miro a través del espejo. ¿Por qué siempre tiene que irse
al pueblo de al lado? Si supiera cuanto la necesito hoy a mi lado…
-Vale.
Estas dos últimas semanas han sido un caos. Al día siguiente
no me llamó, pero apenas me importó. Ya había ocurrido eso antes. Pero los días
siguieron pasando y yo no sabía nada. Al principio, fue peor. No podía dormir,
apenas tenía hambre... Fue como cuando Juan volvió. Después empecé a estar
mejor, poco a poco, con la ayuda de Estefi, Juan y Álex, quienes habían
resuelto sus diferencias. Álex había empezado a tontear con otra chica, algo de
lo que me alegraba muchísimo. Sólo en ocasiones, empezaba a gritar como una
loca y a romper cosas. Los recuerdos acudían a mi cabeza sin invitación y, en
lugar de llorar, me enfadaba. Con Josh por no hablarme, conmigo misma por
haberme creado una ilusión después de las advertencias de Estefi. ¿Cómo podía
haber sido tan tonta?
Y luego estaba Adrián. Un nombre que salía en cada
conversación que mantenía con Juan y Estefi. Álex prefería no comentar. Ahora
eran amigos, pero sabía que no era al cien por cien de su agrado. Adrián había
intentado mantenerse al margen, esperando aún un paso que yo no sabía si quería
dar. Pero por lo que me contaban mis amigos, sabía que Adrián estaba pendiente
de todo lo que me pasase a mí y de todo lo que rodease a Josh. Y lo peor es que
lo ha estado haciendo para ayudarme, aunque sin conseguir nada.
-¿Estás aquí?
-¿Qué? - pegunto distraída – Ah sí. Estaba pensando.
-En Josh.
-No. En realidad estaba pensando en Adrián.
Los dedos de Estefi se interrumpen durante una fracción de
segundo, casi imperceptible, aunque no para mí.
-¿En Adrián?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque hace mucho que no lo veo.
-Supongo que lo verás esta noche en la fiesta.
-¿En la fiesta?
-Sí. Tú no lo sabes porque llevas dos semanas sin salir,
pero últimamente sale con nosotros. Irá.
No sé si sentirme aliviada o con menos ganas aún de ir a la
fiesta. Opto por lo primero. Esta noche no pasará nada a no ser que yo quiera,
y yo no quiero. ¿O sí?
martes, 10 de septiembre de 2013
Capítulo 31 - Josh
-¿Vanessa?
-Hola Josh.
-¿Qué haces aquí?
-¿Vas a algún lado? – baja la mirada y mira la chaqueta que
aún no he terminado de ponerme - ¿Puedo acompañarte?
-No. ¿Qué quieres?
-Quiero hablar.
-Habla.
Me apoyo en el marco de la puerta y la miro con atención.
Hace poco más de un año que decidió dejarme y marcharse. ¿La razón? No la hay.
-¿Puedo pasar? – me pregunta. Como respuesta, coloco el
brazo de tal forma que impida que nadie entre en mi apartamento - ¿Sabes? Es
mejor que me vaya.
Se da la vuelta y camina hacia el ascensor. Es entonces
cuando me fijo en su figura, en su pelo... y no puedo evitar recordar todos
esos momentos que hemos compartido juntos.
Las puertas del ascensor se abren y, antes de volver a
cerrarse, estoy dentro de él con Vanessa.
-Voy al restaurante de abajo a cenar. ¿Quieres acompañarme?
Esboza una sonrisa perfecta y asiente.
-Me encantaría.
Así que eso hacemos. Caminamos en silencio por la calle y
llegamos al restaurante. Nos sentamos en una mesa que hay algo apartada del
resto, para tener algo de intimidad y que no nos reconozca la gente. Seguimos
en silencio hasta que me canso de esperar y decido preguntarle sobre qué quería
hablar.
-Me han dicho que has estado en España, ¿no?
-Genial- comento con sarcasmo - ¿Es eso? ¿El mismo tema de
siempre? Porque ya estoy harto de que me pregunten por lo mismo. Sí, he estado
en España. ¿Ocurre algo?
-No, sólo que los rumores...
-Escucha Vanessa – digo cortante – Eres famosa, como yo.
Sabes que todo el mundo está pendiente de los rumores y la mayoría son falsos.
-No cuando vienen acompañados de fotos.
-¿De qué?
Entonces rebusca en su bolso y saca su teléfono móvil. Un
momento después me lo pasa y miro lo que hay en la pantalla. Son fotos mías con
Ana en el parque de atracciones y paseando por la ciudad.
Alarga el brazo para volver a coger su móvil pero lo alejo
de sus manos.
-¿De dónde has sacado esto? - pregunto.
-Las ha colgado una revista en su página de Internet,
supongo que saldrán la semana que viene.
Saco mi móvil dispuesto a llamar a Ana y avisarla de lo que
nos va a caer encima, en especial ahora.
-¿Vas a llamarla a ella?
-Sí.
-¿Por qué?
Me detengo y la miro a los ojos.
-¿Que por qué? Porque es una chica que está alejada de todo
esto. No está acostumbrada a que la gente la mire con odio ni a que salgan
fotografías de ella en una revista.
-Es sólo una fan de diecisiete años, ¿no?
-Estás muy informada sobre tema por lo que parece – comento
con ironía mientras vuelvo a pulsar números en mi móvil.
-No la llames.
No le habría hecho caso si no fuera por el tono de súplica
que utiliza. Dejo el móvil a un lado sobre la mesa, y me enfrento de nuevo a
sus ojos oscuros.
-¿Cómo sabes que tiene diecisiete años?
-Me he informado Soy un poco cotilla en ese aspecto –
responde sonriente.
-No me hace ninguna gracia.
-Creo que deberías dejarla en paz. Es sólo una cría que ha
jugado con fuego. Mira cómo ha acabado, y eso que aún no ha llegado lo peor.
-No tienes ni idea de cómo es. - digo bajando la voz hasta
un punto que resulta amenazante.
-Te lo estoy diciendo por su bien, Josh. Además, ¿qué es lo
que os traéis? ¿Es sólo amistad?
-No te importa, Vanessa.
-Si tú lo dices.
En ese momento llega el camarero con la comida que hemos
pedido, aunque a mí se me ha ido el apetito por completo. Comienzo a picotear
en mi plato sin ganas mientras Vanessa se come su ensalada tan tranquila.
-Creo que debería irme – digo, levantándome de la mesa – No
vemos en otra ocasión.
Salgo del restaurante no sin antes haber pagado la cuenta y
camino deprisa hacia mi apartamento. Cuando llego me pongo unos pantalones de
dormir y la primera camiseta que encuentro. Después me tumbo en el sofá y paso
los canales del televisor, intentando distraerme con cualquier cosa. Tengo que
llamar a Ana antes de que salgan las fotografías, aunque ¿de qué serviría eso?
Dudo que pueda hacer algo para evitar que las publiquen. ¿Y por qué me ha
advertido Vanessa? He estado bastante borde, pero es normal teniendo en cuenta
lo que me hizo hace unos meses. Ni siquiera sé por qué he ido a cenar con ella,
debería haber cerrado la puerta sin más. ¿Sigo sintiendo algo por ella? No. No.
No lo sé.
El timbre vuelve a sonar y me levanto corriendo para abrir
la puerta. Al otro lado está de nuevo Vanessa. Se hace un silencio muy incómodo
entre ambos y sé que esta vez me toca romperlo a mí.
-Siento haber sido tan insoportable esta noche. Siento mucho
cariño por esa chica y no quiero que lo pase mal.
-No te disculpes – dice, haciendo un gesto con la mano – No
debería de haber sacado el tema. Ya no debería importarme tu vida privada.
Cuando se acerca y me besa, una parte de mí no deja de
gritarme que la suelte, que no le permita volver a hacerme daño. Pero estoy tan
cansado de luchar contra esa parte de mi cabeza, que me dejo llevar como hace
tanto tiempo que no hago.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Capítulo 30 - Josh
-¿Dónde estás?
-En casa.
-¿De tus padres?
-No, Sam. He decidido pasar una temporada en Los ángeles
antes de que se reanuden las grabaciones. Quiero estar descansado para los
últimos detalles.
-Así que estás sólo en tu casa de Los Ángeles. ¿Me equivoco?
-No – respondo temeroso.
-¿Y cuándo piensas celebrar una fiesta? Yo sería el invitado
de honor.
-Adiós, Sam. Ya va siendo de llamar a Ana.
No le doy tiempo a burlarse de mí, como hace siempre. Nada
más colgar el teléfono y comprobar que en España deben de ser las doce, marco
el número. Por suerte es Navidad así que Ana no estará en el colegio. Han
pasado casi dos meses desde mi viaje a España. Hablamos todos los días y, esta
vez, por teléfono; con lo que es más fácil saber cómo se encuentra por su tono
de voz. Aunque nuestra relación a mejorado mucho, sigo sintiendo esa sensación
extraña que me alerta de que me estoy equivocando y que no siempre consigo
ignorar.
-¡Hola, Daniel! - exclama una voz al otro lado del teléfono.
Daniel. Así es como me llama cuando está rodeada de personas
capaces de arrancarle el móvil de las manos si supieran que está hablando
conmigo. Esas personas que no han dejado de agobiarla desde que alguien habló
con una revista para decir que yo había ido a España por ella. Desde luego, las
revistas dudaron, pero finalmente la información parecía tan cierta que
hicieron la publicación y acertaron... a medias.
-Hola. ¿Qué tal acabó el día?
Mientras hablo camino hacia la cocina y comienzo a preparar
la cena. Me he dado cuenta de que soy incapaz de estar inmóvil cuando hablo con
Ana.
-¿Recuerdas que te dije una cena con mi familia? Pues mi
prima, dos años menos, me encerró en el baño. Me encontraron mis abuelos cuando
ya se había ido casi todo el mundo. El cuarto de baño está en el rincón más
recóndito de la casa. Fue lo único entretenido que pasó. ¡Ay!
-¡Hola Daniel!
Me alejo el móvil todo lo que puedo del oído, pero ya es
tarde. Los gritos me han dejado sordo.
-Por favor Estefi, mi tímpano. - Estefi se ríe al otro lado
de la línea. - ¿Estáis juntas?
-Si, estamos comprando los vestidos para Noche Vieja. ¿Te
describo el que se está probando ahora mismo?
-Por favor – suplico, entrando en el juego. Al otro lado oigo
ruidos y no puedo evitar reírme imaginándome a Ana corriendo detrás de Estefi
por la tienda.
-Desde luego le falta tela al vestido, tanto por arriba como
por abajo. Es naranja claro, como no tenía que ser naranja atardecer – las dos
últimas palabras las pronuncia con un tono burlón.
Ana debe estar completamente roja.
-¡Te tengo!
-¡Suelta!
-¡Soy otras vez yo! - grita Ana, excesivamente alto.
-¡Parte de arriba ajustada y falda de vuelo!
-¡Estefi callate! Y tú no te rías, Daniel.
Intento dejar de reír, pero tardo varios minutos en
conseguirlo.
-Me estaba describiendo con detalle el vestido.
-¿En serio? Se ha ido a lo más provocativo. Ni siquiera te ha
dicho si tenía estampado.
-¡Es liso! - grita Estefi a su lado.
-¡Que no grites junto a mi oído!
-Ya sabes lo que siento yo cada vez que me la pasas al
teléfono. - guardamos silencio un momento hasta que al final se me ocurre algo
más que decir – Me encantaría verte con ese vestido.
Esos silencios, por suerte, son cada vez menos abundantes y
más cortos en nuestras conversaciones.
-Subiré alguna foto a Twitter.
-Menos mal que me sé tu dirección de memoria. Ahora que has
decidido que dejemos de seguirnos...
-Es lo mejor.
-Es lo que tú crees que es lo mejor. Yo no lo creo, señorita.
-Es un... - guarda silencio, intentando encontrar las
palabras, hasta que lo consigue – intento desesperado por hacer que la gente se
calle.
-Tal vez vaya a ver ese vestido en persona.
-No.
-Sí, Ana.
-No es buena idea.
-¿Ahora no puedo ir a España a celebrar Noche Vieja?
-No. Al menos no aquí.
-¿No quieres verme?
Me arrepiento en cuanto le pregunto. Claro que quiere verme.
Pero después de las semanas que vivió tras mi regreso a Estados Unidos está
aterrorizada con lo que pueda pasar si vuelven a descubrirnos juntos. Por eso
se molesta tanto en romper todas las conexiones públicas que tiene conmigo,
como si nunca me hubiera conocido, como si nunca hubiera sabido de mi
existencia. Y, a veces, me canso de todo esto.
-Claro que quiero verte, pero no es seguro.
Incluso guarda las fotos de aquel fin de semana donde
absolutamente nadie pueda encontrarlas.
-Nunca será seguro a no ser que deje de ser famoso.
Volvemos a guardar silencio y, esta vez es largo, muy largo.
-Llámame mañana. Estefi va a tirar a puerta del probador si
sigo aquí encerrada.
-Está bien. Te llamo mañana.
-Hasta entonces.
-Hasta entonces.
Nunca hay un “Adiós”. Cuelgo el teléfono y jugueteo un rato
con él en mi mano, girándolo en un sentido y en otro. Ahora mismo debe de estar
borrando la llamada. Es otra de sus “soluciones desesperadas”. Ella no tiene mi
número, sino que quien tiene que llamar soy yo. Una vez finalizadas nuestras
conversaciones, el número desaparece de su lista de llamadas. Incluso se niega
a guardarme como “Daniel” por miedo a que alguien mire el número y compruebe
que no es español. Como tampoco nos seguimos en Twitter, no puede mandarme
mensajes. Así que, ahora mismo, la única vía que tiene para contactar conmigo
son mis llamadas.
Algunos días decido no llamarla. No quiero parecer pesado,
además a veces tengo la impresión de que intenta evitarme. Pero mis sospechas
desaparecen cuando al día siguiente noto su voz de alivio al oír mi voz.
Miro el frigorífico. Lo he abierto mientras hablaba con Ana
pero no he sacado nada. Tampoco tengo ganas de cocinar así que me estoy
decidiendo por bajar al restaurante que hay justo al lado cuando suena el
timbre.
Camino hacia la puerta del apartamento y observo por la
mirilla. El rellano está vacío. Me doy la vuelta, mosqueado y camino hacia mi
dormitorio a cambiarme de ropa cuando el timbre vuelve a sonar. Suelto todo el
aire de mis pulmones para calmarme y me dirijo a la puerta. De nuevo, no hay
nadie cuando echo un vistazo por la mirilla.
Comienzo a mosquearme, así que corro hacia mi cuarto y me
cambio de ropa. Cojo el abrigo y, justo cuando cojo el pomo de la puerta para
abrir, vuelven a llamar.
Esta vez, sí abro la puerta. Al otro lado hay una chica de
altura normal, cabello negro y ondulado, con un vestido bastante ajustado. La
reconozco, por supuesto que la reconozco. ¿Cómo no iba a reconocer a la última
persona que me rompió el corazón?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)