lunes, 9 de septiembre de 2013

Capítulo 30 - Josh

-¿Dónde estás?
-En casa.
-¿De tus padres?
-No, Sam. He decidido pasar una temporada en Los ángeles antes de que se reanuden las grabaciones. Quiero estar descansado para los últimos detalles.
-Así que estás sólo en tu casa de Los Ángeles. ¿Me equivoco?
-No – respondo temeroso.
-¿Y cuándo piensas celebrar una fiesta? Yo sería el invitado de honor.
-Adiós, Sam. Ya va siendo de llamar a Ana.
No le doy tiempo a burlarse de mí, como hace siempre. Nada más colgar el teléfono y comprobar que en España deben de ser las doce, marco el número. Por suerte es Navidad así que Ana no estará en el colegio. Han pasado casi dos meses desde mi viaje a España. Hablamos todos los días y, esta vez, por teléfono; con lo que es más fácil saber cómo se encuentra por su tono de voz. Aunque nuestra relación a mejorado mucho, sigo sintiendo esa sensación extraña que me alerta de que me estoy equivocando y que no siempre consigo ignorar.
-¡Hola, Daniel! - exclama una voz al otro lado del teléfono.
Daniel. Así es como me llama cuando está rodeada de personas capaces de arrancarle el móvil de las manos si supieran que está hablando conmigo. Esas personas que no han dejado de agobiarla desde que alguien habló con una revista para decir que yo había ido a España por ella. Desde luego, las revistas dudaron, pero finalmente la información parecía tan cierta que hicieron la publicación y acertaron... a medias.
-Hola. ¿Qué tal acabó el día?
Mientras hablo camino hacia la cocina y comienzo a preparar la cena. Me he dado cuenta de que soy incapaz de estar inmóvil cuando hablo con Ana.
-¿Recuerdas que te dije una cena con mi familia? Pues mi prima, dos años menos, me encerró en el baño. Me encontraron mis abuelos cuando ya se había ido casi todo el mundo. El cuarto de baño está en el rincón más recóndito de la casa. Fue lo único entretenido que pasó. ¡Ay!
-¡Hola Daniel!
Me alejo el móvil todo lo que puedo del oído, pero ya es tarde. Los gritos me han dejado sordo.
-Por favor Estefi, mi tímpano. - Estefi se ríe al otro lado de la línea. - ¿Estáis juntas?
-Si, estamos comprando los vestidos para Noche Vieja. ¿Te describo el que se está probando ahora mismo?
-Por favor – suplico, entrando en el juego. Al otro lado oigo ruidos y no puedo evitar reírme imaginándome a Ana corriendo detrás de Estefi por la tienda.
-Desde luego le falta tela al vestido, tanto por arriba como por abajo. Es naranja claro, como no tenía que ser naranja atardecer – las dos últimas palabras las pronuncia con un tono burlón.
Ana debe estar completamente roja.
-¡Te tengo!
-¡Suelta!
-¡Soy otras vez yo! - grita Ana, excesivamente alto.
-¡Parte de arriba ajustada y falda de vuelo!
-¡Estefi callate! Y tú no te rías, Daniel.
Intento dejar de reír, pero tardo varios minutos en conseguirlo.
-Me estaba describiendo con detalle el vestido.
-¿En serio? Se ha ido a lo más provocativo. Ni siquiera te ha dicho si tenía estampado.
-¡Es liso! - grita Estefi a su lado.
-¡Que no grites junto a mi oído!
-Ya sabes lo que siento yo cada vez que me la pasas al teléfono. - guardamos silencio un momento hasta que al final se me ocurre algo más que decir – Me encantaría verte con ese vestido.
Esos silencios, por suerte, son cada vez menos abundantes y más cortos en nuestras conversaciones.
-Subiré alguna foto a Twitter.
-Menos mal que me sé tu dirección de memoria. Ahora que has decidido que dejemos de seguirnos...
-Es lo mejor.
-Es lo que tú crees que es lo mejor. Yo no lo creo, señorita.
-Es un... - guarda silencio, intentando encontrar las palabras, hasta que lo consigue – intento desesperado por hacer que la gente se calle.
-Tal vez vaya a ver ese vestido en persona.
-No.
-Sí, Ana.
-No es buena idea.
-¿Ahora no puedo ir a España a celebrar Noche Vieja?
-No. Al menos no aquí.
-¿No quieres verme?
Me arrepiento en cuanto le pregunto. Claro que quiere verme. Pero después de las semanas que vivió tras mi regreso a Estados Unidos está aterrorizada con lo que pueda pasar si vuelven a descubrirnos juntos. Por eso se molesta tanto en romper todas las conexiones públicas que tiene conmigo, como si nunca me hubiera conocido, como si nunca hubiera sabido de mi existencia. Y, a veces, me canso de todo esto.
-Claro que quiero verte, pero no es seguro.
Incluso guarda las fotos de aquel fin de semana donde absolutamente nadie pueda encontrarlas.
-Nunca será seguro a no ser que deje de ser famoso.
Volvemos a guardar silencio y, esta vez es largo, muy largo.
-Llámame mañana. Estefi va a tirar a puerta del probador si sigo aquí encerrada.
-Está bien. Te llamo mañana.
-Hasta entonces.
-Hasta entonces.
Nunca hay un “Adiós”. Cuelgo el teléfono y jugueteo un rato con él en mi mano, girándolo en un sentido y en otro. Ahora mismo debe de estar borrando la llamada. Es otra de sus “soluciones desesperadas”. Ella no tiene mi número, sino que quien tiene que llamar soy yo. Una vez finalizadas nuestras conversaciones, el número desaparece de su lista de llamadas. Incluso se niega a guardarme como “Daniel” por miedo a que alguien mire el número y compruebe que no es español. Como tampoco nos seguimos en Twitter, no puede mandarme mensajes. Así que, ahora mismo, la única vía que tiene para contactar conmigo son mis llamadas.
Algunos días decido no llamarla. No quiero parecer pesado, además a veces tengo la impresión de que intenta evitarme. Pero mis sospechas desaparecen cuando al día siguiente noto su voz de alivio al oír mi voz.
Miro el frigorífico. Lo he abierto mientras hablaba con Ana pero no he sacado nada. Tampoco tengo ganas de cocinar así que me estoy decidiendo por bajar al restaurante que hay justo al lado cuando suena el timbre.
Camino hacia la puerta del apartamento y observo por la mirilla. El rellano está vacío. Me doy la vuelta, mosqueado y camino hacia mi dormitorio a cambiarme de ropa cuando el timbre vuelve a sonar. Suelto todo el aire de mis pulmones para calmarme y me dirijo a la puerta. De nuevo, no hay nadie cuando echo un vistazo por la mirilla.
Comienzo a mosquearme, así que corro hacia mi cuarto y me cambio de ropa. Cojo el abrigo y, justo cuando cojo el pomo de la puerta para abrir, vuelven a llamar.

Esta vez, sí abro la puerta. Al otro lado hay una chica de altura normal, cabello negro y ondulado, con un vestido bastante ajustado. La reconozco, por supuesto que la reconozco. ¿Cómo no iba a reconocer a la última persona que me rompió el corazón?

2 comentarios:

  1. awwwwwwwwwww ,no lo puedes dejar así ,no!!!!!!!!!! ,aghsdbnkkazd ,yo aquí emocionándome jejeje ,
    un besaso

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    1. Se supone que este tendría que haberlo subido el sábado para dejaros con más intriga jajajaja tendrías que agradecerle a mi mala memoria que al final no lo hiciese.
      Un beso ^^

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