-¡No! Ni se te ocurra.
Estefi me observa desde la puerta con cara de pocos
amigos. En seguida leo sus intenciones en los ojos, pero su reacción es mucho
más rápida que la mía. Así que penas tengo tiempo de mirar la página del libro
por la que me he quedado leyendo cuando noto un peso de cincuenta kilos
aproximadamente cayendo sobre mí. El impacto me deja casi sin respiración.
Por si fuera poco, en seguida noto unos fríos dedos
bajo mis costillas. Empiezo a reírme descontroladamente hasta que al fin Estefi
me deja una tregua.
-Por favor... - casi no puedo respirar – deja de ir...
al gimnasio... Casi me... matas.
Estefi al rato cae al suelo destornillándose de la
risa. Cuando por fin ambas volvemos a ser personas medio decentes me pongo a
buscar dónde ha caído el libro. Justo cuando lo encuentro unas manos me lo
arrebatan.
-Ni se te ocurra, Ana. Para una vez que tus padres te
dejan la casa para ti solita no vas a pasarte toda la noche leyendo... - mira
la portada del libro detenidamente- 'En llamas'. ¿Este libro no te lo leíste en
verano?
Yo agacho la cabeza y noto como mis mejillas se ponen
rojas.
-No – digo tímidamente.
-¡Aja! ¡Te pillé! Lo siento Ana, aunque vayas a teatro
sigues sin saber mentir. Sí, este es el libro del que te tiraste hablando
semanas.
Comienzo a reírme. Sí, es la tercera vez que me leo
este libro. Se lo quito de las manos y me tumbo en la cama.
-Estefi, ya sabes que me encanta. Los juegos del hambre
son una maravilla. Deberías de leértelos.
-Me los leería si alguien me los dejara – noto la
mirada acusadora de Estefi.
-No. No podría vivir sabiendo que están en las peores
manos de todo el país. ¿Te recuerdo lo que le pasó al último libro que te dejé?
-¿Vas a estar recordándomelo toda la vida? No es mi
culpa que a mi perro le diese por jugar con tu libro.
Me pongo de rodillas en la cama para estar más alta que
ella.
-¿Jugar? No le diste de comer a tu perro y se comió lo
primero que encontró. ¡Mi libro! - comienzo a alucinar con la importancia que
esta chica le da a las cosas.
-Bueno, ¿y qué? De todas formas no era tan...
No dejo que termine la frase. Una gran almohada impacta
contra su cara y ella cae al suelo. Así comienza la primera guerra de almohadas
de la noche. Cuando me rindo las dos estamos exhaustas de nuevo. Estefi coge el
ordenador y yo finjo no escuchar los pitidos del chat, pero finalmente la
curiosidad me vence.
-¿Se puede saber con quien hablas? - le digo mientras
me acerco por detrás.
Ella se levanta rápidamente de la silla e intenta tapar
la pantalla. Tarde.
-¿ÁLEX?¿Hablas con Álex? - ella se muerde el labio como
hace siempre que está nerviosa.
-Yo... sí.
-No me lo creo – me doy con la mano en la frente. -
¿Álex? ¿El que lleva siendo nuestro
mejor amigo desde que íbamos a preescolar? ¿Desde cuándo te gusta Álex?
-No me gusta. - dice. Pero vuelve a morderse el labio.
-¡Sí te gusta!
-¡Que no!
-¿Ves? Lo has vuelto a hacer.
-¿El qué?
-Morderte el labio. Siempre que estás nerviosa te lo
muerdes. - me siento en la cama y ella le da la vuelta a la silla para poder
mirarme a los ojos.
-Tal vez sí que me guste. La verdad es que no me lo
había planteado hasta que tú me lo acabas de decir. Llevo varios meses hablando
con él en un plan que es más que amistad. Pero ni yo me había dado cuenta.
Me quedo pensativa. Ahora todo cuadra.
-¿Por eso siempre llegabas corriendo a tu casa?
¿Querías hablar con él? - ahora no puedo evitar sonreír y a no ser que ella
diga algo serio me dará un ataque de risa.
-Fue cuando Juan me dejó. ¿Recuerdas que lo pasé mal? -
asiento. ¿Cómo olvidarlo? Días llorando sin salir de casa. Ni siquiera yo era
capaz de animarla. Pero al parecer había alguien que sí lo había hecho. - Pues
él hablaba todos los días conmigo. Me distraía.
Ahora lo recuerdo. Álex siempre me preguntaba por
Estefi. Si la veía mejor o si había alguna novedad.
-¿Y sabes si él siente lo mismo? - ella niega con la
cabeza. Me acerco y la cojo por la barbilla, obligándola a mirarme. - Ahora que
lo dices, ¿sabes quién me preguntaba todos los días por ti? - esto consigue
devolverle ese espectacular sonrisa a la cara.
-Ni se te ocurra soltar nada por esa boquita, ¿eh?
-Por favor, chica. Parece que no me conozcas. - nos
quedamos un rato en silencio. Pero finalmente no puedo resistirme a hacer
alguna broma - Así que Álex el skater,¿eh? - ella me tira lo primero que
encuentra que, esta vez, se trata del libro de matemáticas.
-¿Has solucionado el problema para el lunes? - me
pregunta mirando el libro, aunque en el fondo sé que lo que quiere es cambiar
de tema.
Yo niego con la cabeza y entonces se me ocurre algo.
Cojo mi móvil corriendo y entro en Twitter. Es una tontería, no me va a
contestar. Todos los meses recibe alguna mención por mi parte pero nunca
responde. Nunca ha respondido. Aún así yo sigo sin perder la esperanza.
-¿Qué haces? - Estefi se asoma por encima de mi hombro.
-¿En serio? - dice tras terminar de leer lo que ya he escrito. - Ana, jamás he
conocido a nadie tan desesperada como tú.
Suelto el móvil y me tumbo en la cama. Las lágrimas
luchan por salir pero aun así me resisto. No voy a dejar que Estefi me vea
llorar por esta ridiculez. Ella vuelve a su ordenador a calmar los insistentes
pitidos del chat. No sé cuanto estoy en esa posición, solo sé que esa noche
sueño con Hawaii, las paradisíacas islas de Hawaii.
-Ana. ¡Ana despierta! - pego un salto y me encuentro a
Estefi a mi lado. Tiene una bandeja con tostadas y dos tazones de leche
cargados de cereales.
-Que dulce despertar – le digo irónicamente.
-¿Verdad que sí?
La ignoro completamente y cojo mi móvil. Y entonces lo
veo. Un escalofrío me recorre la espalda y soy incapaz de moverme. Por un
momento no respiro. 'Esto es un sueño' me digo a mí misma. 'Esto no está
pasando'.
-Ana, ¿te pasa algo? - miro a Estefi y noto
preocupación en sus ojos.
-Estefi – tengo un nudo en la garganta y tengo que
hacer un gran esfuerzo para poder hablar – me ha respondido.